El awalé es un juego ancestral de origen africano, hay fuentes que
dicen que es el primer juego de mesa de la historia, otras hablan del Go,
lo que no se puede discutir es que es un juego milenario. En África encontramos
cientos de variantes y en general a todos los juegos del mismo estilo se les
llama Mancala, por lo que a veces es conocido por ese nombre.
En el awalé y en la mayoría de Mancala, las reglas para empezar a
jugar son muy sencillas y se pueden aprender en 5 minutos. Pasados esos 5
minutos, empieza la diversión. Esta simplicidad en las reglas lo hace apto para
todas las edades (los niños pueden empezar a introducirse a partir de los 5 o 6
años).
En este juego los niños tienen que contar, discernir que estrategia utilizar
y pensar en global, ya que además de pensar en ganar tienes que estar atento a
que tu contricante “no pierda”, te explico un poco más esto.
La filosofía en que se basa el awalé es la siguiente:
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Las tiradas se desarrollan en 2 fases: sembrar y cosechar
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Se juega sobre un tablero con doce de agujeros, 6 por cada
jugador. Los agujeros es donde se siembra y donde se cosecha.
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Las fichas del awalé (normalmente semillas) son
indiferenciadas, todas iguales. Y no pertenecen a ningún jugador. Se aplica el dicho “Las
semillas son de quien las necesita. Quién mejor siembra, mejor cosechará”.
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En el awalé hay 2 normas sagradas:
1. “no se puede eliminar
al adversario”. Se entiende que cuando se destruye al adversario, también se destruye la
tierra que él cultiva. Quien lo hiciera por error, perdería la partida. Se
aplica el dicho “Quien destruye la tierra donde cosecha, no podrá
cosechar nunca más”.
2. “no se puede dejar
pasar hambre al adversario”. Esto significa que si nuestro rival se queda sin
semillas, debemos ceder de las nuestras para que pueda seguir jugando.
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A pesar de la simplicidad, hay que tener presente que es un juego
de matices. En cada nueva partida se descubren nuevas jugadas. Nunca se
puede decir que ya no se puede saber más.